miércoles, 5 de junio de 2013

La Consagración de la Primavera





El divino Nijinsky
Stravinsky selon Picasso

Hace un siglo, el 29 de mayo de 1913, se estrenó el ballet Le Sacre du Printemps, conocido en español como La Consagración de la Primavera, con música de Igor Stravinsky y coreografía de Vaslav Nijinsky. Fue un sonoro fracaso.

Le Sacre du Printemps no quiere decir precisamente "consagración". Una sacre, en francés, se refiere a una fiesta popular de origen pagano. Por eso es mucho mejor la traducción inglesa del título: The Rite of Spring. Ritual es un concepto que aplica más que el de consagración.

El estreno fue en el Thèâtre des Champs Élysèes y, de entrada, el público estaba dividido entre los ricos parisinos y los bohemios modernistas.

Relatan las crónicas que no había terminado la introducción musical cuando empezaron los silbidos. La buena burguesía no quería saber de bitonalidades.

Se alzó el telón y una parte del público estalló en carcajadas. Otros, excitados, trataban de marcar el ritmo con los pies. Luego vinieron los gritos.

Las bailarinas originales
"¡Traigan a un dentista, que a la bailarina le duele la muela!... ¡No, a dos!", gritó un señor de corbata de moño. "¡Viejo imbécil!", le respondió un modernista, quien ipso-facto recibió un sopapo de una elegante dama.

Empezaron a lloverle objetos a la orquesta. Entró la policía y se llevó a algún rijoso. En tanto, el ballet continuaba a desarrollarse.

En el segundo acto, el relajo en galerías, palcos y lunetas superaba el volumen de la música. Las diferencias estéticas se dirimían a golpes. Al final, todo se calmó. Aplausos de los modernistas. Tras bambalinas, Stravinsky se peleaba a gritos con Nijinsky, a quien acusaba del fracaso.

Las críticas fueron furibundas. Una parte contra la obra y otra contra el público faccioso y mal portado. Hubo quien salvó la música pero condenó la coreografía. La obra continuó por cuatro días más, con aprobación y aplausos. Aunque no unánimes, Puccini, quien fue a la segunda función, dijo que la coreografía era ridícula y la música, cacofónica.

Con la aceptación masiva de la intelectualidad bohemia, las asperezas entre Stravinsky y Nijinsky se limaron. Por su parte, el empresario estaba feliz, porque el escándalo era equivalente a buenas entradas.

Yo, por supuesto, me enteré de todo eso meses después. En 1913 gobernaba Huerta y el interés principal de muchos mexicanos era estarnos quietecitos.

Pero a principios de los años veinte tuve la oportunidad de visitar Europa. Obviamente, fui a París. Ahí me quedé -ya saben que soy bien gorrón- en casa de un amigo franco-mexicano, Alain Labrely.

La escenografía original
Labrely era una cosa rara: un jarocho muy güero, muy francés y muy caballero. Había regresado a tierra de sus padres tras el estallido de la revolución en México. Después de visitas obligadas a Pigalle, al Moulin Rouge y al cementerio de Montparnasse (donde sigue sepultado mi admirado don Porfirio), se presentó la oportunidad de ir al teatro.

Presentaban precisamente La Consagración de la Primavera y afirmaban que era la coreografía original (que había sido sustituida en la mayoría de las representaciones). Convencí a mi amigo Alain y fuimos al Teatro Edén, en la zona de la Opera, a ver esa extraordinaria función.

Hice apuntes. Recuerden que son de 1921.

"La música introductoria es bonita, da la idea de la primavera que se abre, con el fagot y las flautas. ¿Por qué la habrán abucheado?"...
"¡Qué extrañas vestimentas! Uno en México acostumbrado a puro tutú en El Lago de los Cisnes",,,
"Ahora se ponen a brincar. Parece danza indígena... y entra una señora con máscara del Baile de los Viejitos"...
"¿Esos movimientos son ballet? Tienen la fuerza, una gracia extraña... ¿pero ballet?"...
"¡Se mueven como locos! Parece una caótica fiesta de pueblo. Es el frenesí total. La música es medio disonante, pero bellísima"...
"Caminan de puntas, no bailan. Esto es otra cosa. ¡Qué modernidad! Pero ¿me gusta? ¿Me gusta que la música estè a punto de dejar de ser música?"...
"Ahora bailan sobre un piecito, ahora sobre el otro.Ahora corren agachados. Ya no entiendo. No me debo escandalizar, no me debo escandalizar, no debo, no debo"...
"¡Sí, es la Danza de los Viejitos! Ahora traen a uno con tipo de chamán y se zangolotean a su alrededor"...
""Es extraño. Es una exaltación del cuerpo sin la mediación romántica del ballet clásico y es una plurisonancia no armónica, un impulso crudo"...

En el intermedio, Labrely y yo tomamos una copa de champán. Escuchamos comentarios muy diversos sobre ese extraño rito pagano. "Es una mamada", opinó Alain, y apuró su bebida..

"Unas vírgenes se desperezan en círculos, luego parecen estar haciendo calistenia y más tarde dan pasos de apache alrededor de una de ellas", fue mi primer apunte del segundo acto.
"¿Ballet folklórico o ballet moderno o algo que todavía no tiene nombre?...
"De repente me parece que el rito ése tiene algo de satánico, me lo dice la música"...
"Entran hombres enfundados en pieles de animal. ¿Harán la versión eslava de la Danza del Venado? Esto es dionisiaco, salvaje"...
"Y se vuelve más aún con unos brincos provocativos, extraordinarios, de la mujer al cenro. ¡Se le mueve todo el cuerpo, Dios mío!"...
"¡Esos eslavos son tan salvajes como indios mexicanos! Hacen de la mujer elegida pieza de sacrificio ritual"...
"Veo a la mujer exánime, como si le hubieran sacado el corazón de puro bailar. Y me conmuevo".

Terminó la obra y Labrely y yo, junto con la mayoría del público, aplaudimos a rabiar. Descubro que me escurre una lagrimita. No supe qué pasó. Por qué algo que no alcanzaba a entender y que me era tan novedoso me había pegado en el alma.

Luego recordé que la palabra música viene de las musas y que el cuerpo tiene muchas formas de expresión. También, que hay un componente dionisiaco en todos los pueblos, por mucho que los occidentales traten de ocultar el propio.

Y quién iba a pensar que menos de veinte años después de esa representación, Disney haría una versión de esta obra de Stravinsky, para público infantil, en la película Fantasia. Pero la carga sexual de Le Sacre du Printemps es tal, que actualmente la suelen bailar semidesnudos y con actitudes abiertamente eróticas.

Sucede que Stravinsky y Nijinsky, al romper con la tradición que les había precedido, inauguraron -hace un siglo ya- el siglo XX musical.


Aquí, una versión del ballet muy parecida a la original, y a la que yo presencié: