miércoles, 18 de julio de 2012

Juárez no debió de morir



Bien presente tengo yo... fue un día como hoy hace 140 años. 

Estábamos en la proclamación de premios de un concurso infantil de declamación, y que llega un señor con la maestra de ceremonias (y declamación) y le dice algo al oído. La maestra se pone blanca de espanto, traga saliva...

"Señoras y señores", dijo, "debo interrumpir esta solemne ceremonia para anunciarles que ha muerto el presidente Juárez".

Se apresuró a agregar que había fallecido por "una dolencia en el corazón", porque de inmediato alguien susurró que lo habrían asesinado.

La Maestra Ogro que Declama Gacho pidió un minuto de silencio, en memoria del mandatario fallecido y para  rezar por su alma, Entonces que se levanta la mamá de Felipe De la Paz y exclama: "¡Qué rezar ni qué nada, si en estos momentos Juárez se está achicharrando en el infierno!".

Otro papá se pone de pie, el señor Ruiz, (don Ruizseñor) y replica: "Eso sólo lo sabe el creador. Recemos por el descanso de su alma". Desde el estrado vi cómo crecía el barullo y la discusión.

Empezaba a armarse el desbarajuste y la maestra trataba de calmar ánimos, cuando se oyó el repicar feliz de las campanas de la iglesia, lo que abonaba al caos y a caldear los ánimos.

Sin lograr que los adultos pudieran sentarse o ponerse de acuerdo, la maestra dio apresurada los premios que faltaban. A mí, el primer lugar.

De regreso a casa, y a bordo de la carretela, mi padre comentó: "Estuve a punto de decir que al menos el indio Juárez sacó del país a los gabachos, pero callé"."

-Hiciste bien en callar -respondió mi madre, siempre atenta a atemperarlo.  

De repente mi hermano mayor pregunta: "¿Va a haber guerra de nuevo?"

-¡Tú cállate, chamaco estúpido! -le acomodó mi padre un sopapo.

-"Es que no quiero ir a la guerra", chilló Beto.
 
Bajamos frente a la casa. Cerrada la puerta, mi padre le dio un buen trancazo a Beto: "¡Además de impertinente, maricón!... y ahora vamos a comer pastel", ordenó.

El pastel era para festejar mi previsible victoria en el concurso de declamación, y yo le tenía ilusión al festín. Esa vez, mi familia y yo lo comimos en silencio, algo tensos. Enfundado en mi traje de pirata (había recitado a Espronceda), me frustró no recibir aplausos y felicitaciones. No los hubo en el salón, tampoco en el comedor.

Quién sabe si los otros pensaban en el presidente recién fallecido. Yo sí. Decía para mis adentros: "Juárez no debió de morir, ay de morir"

Al domingo siguiente, en su sermón, el padre Parra repitió casi textual la frase de la mamá de Felipe De la Paz: "Juárez arde en el fuego infernal", sentenció.

Durante la misa me prometí preguntarle a mi mamá esa misma tarde si era cierto que el padre Parra era el verdadero papá de Felipillo, como decía la gente.

En la tarde, tras realizar la pregunta y recibir un rotundo no, también recibí una cueriza. Lo dicho: Juárez no debió de morir, ay de morir. 


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