Don Dionisio Pulido |
Hace 70 años, el 20 de febrero de 1943, a Dionisio Pulido,
un campesino michoacano, le sucedió algo único. Algo que no se sabe le haya
ocurrido a otro ser humano.
Era sábado en la tarde, y Dionisio se puso a quemar unas
ramas, y notó que había una grieta en sus tierras, como de medio metro de
profundidad. Estaba por prender las ramas cuando sintió un tronido, los árboles
temblaron y de la rajadura se hinchó el suelo hasta dos metros o dos metros y
medio.
Dionisio sintió que la tierra se estremecía, como con lumbre
adentro. Un trueno, luego otro… al tercero de la hendedura salió humo gris. Era
un humo como de cenizas, acompañado de un chiflido alto y continuo, empezó a
oler a huevo podrido, a azufre, a infierno.
Dionisio se asustó, trató de quitar la yunta a sus bueyes, buscó
con la mirada a su mujer, a su hijo, a sus animales. Se encomendó al Señor de
los Milagros. Quiso llevar a los bueyes al manantial, pero èste había
desaparecido. Ahí de plano se asustó, montó su yegua y galopó hasta su pueblo,
Paricutín.
En el pueblo estaban su mujer, su hijo y sus amigos, nerviosos
y temerosos de qué él hubiera muerto y que nunca más lo volverían a ver.
El volcán recién nacido: 26 de febrero de 1943 |
La gente de Paricutín corrió a la iglesia y se encomendó a
todos los santos. Tal vez el Fin del Mundo empezaba en las tierras de Dionisio
Pulido.
Antes temblaba muy seguido y la gente se preguntaba qué
pasaba. Cuando reventó el volcán, la
gente dijo: “Ah, por eso temblaba”.
El Paricutín nació en lo parejito y se puso a crecer,
durante cuatro o cinco meses. Y luego empezó a escupir lava, polvo y ceniza. Al
principio, y durante un año, el volcán tuvo un comportamiento estromboliano, es
decir escupía piroclastos, fragmentos de roca ígnea.
Los días se volvieron negros, las lluvias eran también de
piedras, de la montaña recién nacía salía lava líquida y formaba ríos. Los ríos
de fuego empezaban corriendo rápido, buscando un curso y luego iban lento, muy
lento. Pero la arena era insoportable.
Así pasaron varias semanas, hasta que a la gente se le dio
la orden de evacuar, de dejar sus tierras, su plano.
Parícutin, el pueblo, primero quedo cubierto de arena, luego
de lava. Quedaron cubiertas también las tierritas de muchos campesinos. Paricutín
(el volcán) seguía escupiendo rocas y polvo, los caballos hundían las patas y
cabalgaban con dificultad. Ya no se podía vivir en las cercanías.
El polvo llegó hasta Uruapan; a las 12 del día se tuvo que
encender la luz en las calles, porque era imposible ver, de tanta arena. La
gente de Uruapan, temerosa, iba con un paño en la boca, montones de ceniza en
las aceras. Ceniza en las carnitas de puerco, ceniza en el alma.
Don José Revueltas, de joven |
Allí llega el gran escritor José Revueltas, con el día hecho
noche: “un sudario negro sobre el paisaje”, escribe. Revueltas logra ver una
procesión tremante, campesinos arrodillados, junto a una bandera nacional y
otra de la Unión Nacional Sinarquista.
De Dionisio Pulido escribió: “Propietario de un volcán,
dueño de nada”. Como Dionisio había otros propietarios absurdos.
En San Juan Paranguricutiro confiaban que el monte que los
separaba del volcán serviría de muro contra la lava. Se equivocaron. La lava le
dio la vuelta y enfiló contra la población, que estaba como a diez kilómetros
del volcán.
Es que el Paricutín no descansaba. La duración de la
actividad de este volcán fue exactamente de 9 años, 11 días y 10 horas. Lo que
sí hizo fue cambiar de estilo. De estromboliano pasó a hawaiano; pocas
explosiones, pero sacando harta lava, como baba quemante.
El 10 de mayo de 1944 se abandonó San Juan Parangaricutiro y
sus habitantes llevaron consigo una imagen del Señor de los Milagros. De ese
pueblo sólo es visible parte de la iglesia, sepultada por la lava, como el
resto del poblado.
Por la zona pasaron periodistas, muchos científicos que
estudiaban por primera vez a un volcán recién nacido, turistas curiosos… y
pintores. Querían admirar y estudiar a la maravilla recién nacida. Uno de ellos fue mi viejo conocido Gerardo Murillo, mejor conocido
como el Dr. Atl. Un hombrón de enorme fuerza física y mental.
El Dr. Atl tenía 67 años cuando nació el Paricutín, pero
igual fue allá, e hizo inmortales apuntes y pinturas.
El Paricutín, al final, dio para todo. Para rezos, grandes
reseñas, estudios geológicos, extraordinarias obras de arte. También dio para que
algunos de los descendientes de los antiguos pobladores vivan del turismo. Pero
le quitó su tierrita a Dionisio Pulido.
Dicen los expertos que el Paricutín es un volcán
monogenético. Nació, eruptó y no volverá a tener erupciones.
Era planito, un sembradío de maíz. Ahora, tras 70 años hay
un volcán de 336 metros de altura y un paísaje peculiar.