Eran estrellas de beisbol. Eran negros. Jugaron a principios del siglo XX. Por eso pocos los recuerdan, pero hay que hacerles un espacio en la memoria colectiva, porque lo merecen.
Para recordarlos, hay que viajar al pasado. Bastante. De hecho la historia inicia en la época colonial, porque, si somos estrictos, el primer equipo de Ligas Mayores que jugó en América Latina, lo hizo en España. Los Gigantes de NY visitaron Cuba en 1890, antes de la independencia de la “siempre fiel” (a la corona) isla caribeña.
José Méndez, el Diamante Negro |
En 1909, los campeones Tigres de Detroit hicieron el viaje. Perdieron 7 de 12 juegos, incluido un sin-hit lanzado por Eustaquio Pedroza durante diez entradas. Algo impensable hoy en día.
Al año siguiente, los Tigers volvieron a perder la serie 7-5. ¿Dónde estaba la supuesta superioridad blanca en el beisbol, que servía como pretexto para la segregación racial en el rey de los deportes?
Ty Cobb bateó .370 en esa serie. Fue superado por tres negros gringos que jugaban para el Habana: Pop Lloyd, Grant Johnson y Bruce Petway. Esta situación hizo que Cobb, el famoso “Durazno de Georgia”, declarara que jamás volvería a jugar contra negros. Cumplió su promesa.
El patrón continuó durante los años siguientes: llegaban los equipos de Grandes Ligas a Cuba y las series terminaban divididas. En 1912, tras perder dos juegos seguidos, el famoso manager John McGraw dijo: “no vinimos aquí para que una bola de cubanos color de café nos ganen”. El mismo McGraw declaró que hubiera pagado medio millón de dólares por tener a José Mendez y al cátcher Gervasio González en su equipo… “si fueran blancos”.
En los primeros años de visitas, el récord era 32-32, con ocho de las victorias cubanas por la serpentina de José Méndez. Las derrotas fueron tantas que Ban Johnson, presidente de la Liga Americana, prohibió más viajes: “no permitiremos que sean derrotados por equipos de color”.
En 1921 un promotor, Abel Linares, llevó a Cuba a los Gigantes de NY reforzados con Babe Ruth, a quien le pagaron mil dólares (un lanón, para la época).
Cristóbal Torriente |
En esa serie, el Almendares tenía su propia versión del Bambino, el gran Cristóbal Torriente.
Torriente pegó tres jonrones en sus tres primeros turnos al bat. Babe Ruth (que también era pitcher) le lanzó al cuarto, y Torriente pegó un doblete. Sobra decir que los cubanos ganaron el duelo 11-6. Ruth recibió sus dólares; Cristóbal, 246 pesos cubanos recogidos por sus compañeros entre el público.
Torriente superó a la estrella máxima de Grandes Ligas en todas las categorías ofensivas durante la serie. Le preguntaron entonces al Bambino qué opinaba del “Babe Ruth cubano”. La respuesta de Míster George Hermann Ruth no tiene pierde: “Opino que es tan negro como tonelada y media de carbón en un sótano oscuro”.
En 1923, el lanzador cubano (blanco) Adolfo Luque ganó 27 juegos para los Rojos de Cincinnati. Fue recibido en La Habana como un héroe. Durante su desfile triunfal Luque vio sentado en una banca a José Méndez, lo invitó a subir y dijo una frase inolvidable: “Eres mejor lanzador que yo, este desfile debió haber sido para ti”. Tenía toda la razón.
José Méndez sólo fue cinco años a Estados Unidos, y no le gustó. Allí alternó de pitcher y parador en corto y ganó 2 juegos finales en Ligas Negras. Su récord en Cuba es impresionante: 78 ganados, 28 perdidos y 1.19 de efectividad. Ira Thomas, un receptor de los Atléticos que visitaron Cuba (los de la foto de arriba) dijo del Diamante Negro que era el mejor pitcher que había visto, después de Walter Johnson.
Babe Ruth y Ty Cobb, en EU, 1921 |
Tanto José Méndez como Cristóbal Torriente son -merecidamente- miembros del Salón de la Fama, tanto en Cuba como en Estados Unidos. Pero el famoso es Babe Ruth.
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