Un día, hace ya muchos ayeres, mi amigo Federico Gamboa me
invitó a que lo acompañara de visita al estudio de don Jesús F. Contreras. Para
mí, eso era un honor, ya que Contreras era considerado, a fines del Siglo XIX,
el máximo escultor de México. Creo que lo sigue siendo.
Don Jesús, mi coetáneo, había sido una especie de niño
genio. A los 14 años ya estaba en la Escuela Nacional de Bellas Artes; a los
17, en París. A su regreso, Contreras
colaboró en la fundición de la estatua de Cuauhtémoc, y casi pierde un pie
cuando le cayó encima un chorro de ignición.
Esta obra, inaugurada en 1887, es sólo una de las muchas que
le debemos a don Jesús.
Contreras tenía una visión no sólo romántica, sino también
empresarial del arte. De ahí que haya establecido la Fundición Artística
Mexicana. Este era un tremendo taller, del que salían muchas obras de bronce,
casi todas dedicadas a héroes nacionales, que están esparcidas por la
provincia. Hay estatuas de Contreras en Chihuahua, Jalisco, Coahuila, Puebla
(muy notables), Guanajuato, Zacatecas y, obvio, en su natal Aguascalientes. Pero
también allí se fabricaban obras de otros autores. Fue una etapa fecunda de la
escultórica mexicana.
En otras palabras, don Jesús vinculó su taller artístico con
el proceso de industrialización que vivía el país bajo don Porfirio Díaz. Esto
se ligaba al peculiar nacionalismo liberal de la época. El culto broncíneo a
los héroes patrios con cierto gusto estético francés.
Hermenegildo Galeana |
Ponciano Arriaga |
Jesús F. Contreras es autor de 20 de las estatuas de bronce
que engalanan Paseo de la Reforma. Todas en pose distinta. Entre ellas
destacan, a mi gusto personal, las de Ponciano Arriaga y Hermenegildo Galeana.
Originalmente,
se pensó en alternar los jarrones ornamentales con figuras de la mitología. Se
descartó esa idea a favor de los héroes de Reforma.
Sobra, entonces, comentar que el escultor gozaba de una bien
ganada fama cuando lo visitamos. Era un figurón.
Yo conocía a Contreras de las reuniones de los modernistas,
pero debo decir que él estaba en el centro de ellas y yo en la absoluta
periferia.
El estudio de Contreras estaba pegado a los talleres de la
Fundición Artística Mexicana, y era una cosa enorme, abrumadora.
El estudio de Jesús F. Contreras |
Allí había
decenas de bustos y estatuas de bronce, mármol y yeso, había pinturas
maravillosas y otras de menor calidad, unas colgadas, otras pegadas al muro. También
había espadas, tambores, tibores, plantas en macetas sobre columnas dóricas, cascos,
copas, bailarinas de Lladró, baratijas, bisutería.
Había libros en los más
recónditos rincones, un mueble bretón que según Jesús perteneció a Lord Byron, grandes
tapetes, gruesos cortinajes ornamentales…
Era un ambiente recargado, pero también de bodega. Había un
amplio espacio que el artista usaba para sus obras íntimas, las de mármol.
Otra vista del estudio de Contreras |
Y en el centro, dominándolo todo, la mesa de trabajo,
coronada por un cráneo humano.
Don Jesús nos dio un breve recorrido por el estudio, para
que viéramos su consumada estética del desorden acumulativo. Luego hizo traer
brandy y puros.
La conversación versó sobre muchas cosas y ninguna (en el
fondo, don Federico me estaba haciendo el favor de mostrarme el atelier del
maestro). Puedo decir –esa fue mi impresión de la visita- que Gamboa, más que
tener afecto por Contreras, lo admiraba. Y presumía ante mí su cercanía con él.
Poco después, el cáncer fibroso avanzaría sobre el cuerpo
del escultor, afectándole el brazo derecho, con el que blandía el cincel.
Aún así, Contreras ganaría el Gran Premio de Escultura en la
Exposición Universal de Paris en 1900. La obra que lo hizo merecedor del
premio, y de la Cruz de la Legión de Honor Francesa se llama “Malgré Tout!”: ¡A pesar de todo!
Una mujer desnuda, yaciente, encadenada, que lucha por zafarse
de sus cadenas y por mirar al cielo, en lucha desesperada. Al verla, da la
sensación de que la mujer quiere zafarse de la piedra que la encadena y
encarnar, volverse humana y viva. Un prodigio…
Mi gran amigo Amado Nervo afirmó que Jesús F. Contreras
había esculpido la maravillosa estatua sólo con la mano izquierda.
Le pregunté a don Amado Nervo por qué, si Malgré Tout! es de
1900 y no fue hasta París que le amputaron el brazo a don Chucho.
“Piense usted, don Susanito”, me dijo Nervo, “su brazo era
una gran masa de partes blandas en crecimiento progresivo. No estaba amputado todavía,
pero ya le era inútil. Por eso el tema de la mujer encadenada y mirando al
cielo. ¡Y el título!”
Don Jesús F. Contreras, |
Otro amigo mío, el doctor Manuel Flores, escribiría que
Contreras pertenecía a una estirpe rara: la de los sentimentales con pujanza. Llamó
a Malgré Tout! “ejemplo inmortal para todos los pusilánimes y para todos los
descorazonados”.
No es casual que el proemio de “Santa”, de Gamboa, esté
dedicado al escultor. El personaje le pedía a Jesús F. Contreras que hurgara su
corazón. Lo tenían que hacer ambos desde la otra vida. Santa fue publicada en 1903. Don Jesús había muerto el año
anterior, a los 36 años.
Se preguntarán qué sucedió con todas las obras, tapetes y
bibelots que don Jesús guardaba en su estudio. La viuda montó una sala de
remates.
El gran compositor Manuel M. Ponce intituló “Malgré Tout!”
una melancólica composición de piano escrita exclusivamente para mano
izquierda.
Postscriptum:
"Malgré Tout!" estuvo por muchos años exhibida, en
su original, en la Alameda capitalina. Yo solía invitar a amigos y contarles la
historia. Hasta que un día no la vi. La pasaron al MUNAL para protegerla del
vandalismo ignorante que la grafiteó. A cambio, pusieron unas copias bien
gachas en metal, que no tenían la cachondería ni el toque exacto del mármol. Un
chasco.
Me encantaría que, al remodelar la Alameda, pusieran buenas
copias en mármol de "Malgre Tout!" y "Desespoir", para
beneficio de paseantes.