Hoy escuchamos el nombre de Guty Cárdenas y lo primero que
se nos viene a la mente es la trova yucateca. Lo que yo más recuerdo es su
muerte, porque Guty Cárdenas fue de esas estrellas que brillan fulgurantes por
unos instantes y luego explotan. Así les ha pasado a muchos cantantes y
compositores.
Guty nació en Mérida, en 1905, familia de clase media. Augusto
Alberto Cárdenas Pinelo, le pusieron en la pila bautismal. Desde muy joven le
gustó la música, y hacía duetos y tríos con sus amigos de la escuela, en la
blanca ciudad. Adolescente, lo mandaron a México a estudiar contabilidad, para
que se hiciera cargo de los almacenes de la familia de su mamá. Pero lo que más
hizo fue tocar guitarra. Lo más relevante de su paso por el Colegio Williams
fue volverse parte del grupo musical escolar.
Los chicos del Williams; Guty, con el ukulele |
Regresó a Yucatán, a trabajar de contable, pero sobre todo a
amenizar reuniones en las que tocaba varias de sus composiciones. Su fama fue
creciendo.
En 1927 lo invitan a México, toca en el aniversario de
Excélsior. Luego gana el concurso “La Feria de la Canción”, con la composición
“Nunca”. El chamaco tenía 21 años y había escrito un clasicazo. Vendrían otros.
Y, a partir de ahí, la fama. Más triunfos en concursos (con “Ojos Tristes”),
trabajo fijo y el primer viaje a Estados Unidos para grabar un disco
fonográfico.
En Estados Unidos, Guty Cárdenas llegaría a grabar casi 200
canciones. Sus discos románticos y poéticos eran éxito seguro. De las
grabadoras, a Hollywood, porque allá ya tenían cinematógrafo sonoro. Grabó una
película hablada en español, “La dama atrevida”.
Otro lugar donde Guty era famosísimo era Cuba, hermanada por
el gusto musical. Allí estuvo a principios de 1932, departiendo con la alta intelectualidad
de la isla.
Todo era miel sobre hojuelas. Hasta el 5 de abril de 1932, cuando fue al
Salón Bach, renombrada cantina sita en Avenida Madero, a departir con su agente
y amigos. Guty Cárdenas, el empresario Gálvez, el músico Larios y una señorita
llamada Rosita estaban en un reservado cenando y libando. Chupando tranquilos…
Al Salón Bach llegaron unos españoles, comerciantes ellos,
gritones y bebedores, invitaron de su cognac a todos los allí presentes. En
punto pedo, los españoles retaron a Guty a unas vencidas. El yucateco ganó y
los gachupines alegaron trampa.
A partir de ahí las versiones son confusas. Hay quien habla
de botellazos. Hay quien dice que el español sacó su pistola, pero fue
disuadido de usarla.
El caso es que, tras la bronca inicial, la cosa pareció
calmarse… hasta que Guty decidió ir al baño y a su regreso volvió a hacerse de
palabras con los gachupas.
Fue entonces que se dieron las detonaciones. Una dio en el
hombro del español que había jugado las vencidas. Otras cuatro, en Guty
Cárdenas.
Ángel Peláez, en supuesta defensa de su hermano, había
asesinado al autor de “Caminante del Mayab”. Cárdenas se desangró antes de
llegar al hospital. El compositor tenía 26 años al morir. Como Juventino Rosas.
Pero ya saben que en México somos muy buenos para todo lo
que sea complot y sospechosismo. Hay otra versión de los hechos.
Resulta que Guty Cárdenas era hombre de izquierdas, formado
ideológicamente en las huestes socialistas yucatecas de Felipe Carrillo Puerto.
En su relato “La última noche de Guty en La Habana”, el poeta Nicolás Guillén
recuerda cómo terminaron entonando La
Internacional, el himno comunista.
Y una de las últimas piezas que estrenó fue un corrido
intitulado “La República en España”, que celebraba el fin de la monarquía.
Por su parte, los españoles hermanos Peláez, causantes de la
muerte del compositor, eran antirrepublicanos acérrimos. De hecho, los dos
gachupas se regresaron a España –el asesino salió libre a los pocos años- a
luchar por su caudillo Franco.
Las malas lenguas dicen que la invitación de copas, vencidas
y bronca fueron teatro, una provocación. Los Peláez iban a por Guty. Asesinato
premeditado.
Bronca o premeditación, la conclusión es que unos fascistas
gachupines mataron a un poeta cantor en los años treinta. No sería el único.
Aquí, la inmortal composición "Nunca", en voz del ruiseñor yucateco, con letra del vate López Méndez.