Doña Esperanza Iris |
Ustedes
seguramente han oído hablar de doña Esperanza Iris, una tiple extraordinaria,
que fue conocida como “La reina de la opereta”. Yo a Esperancita la conocí muy
joven, cuando hacía de vendedor de charamuscas en la zarzuela Chin-Chun-Chan, en la que ayudé a mi
amigo don José F. Elizondo.
Pero en esta historia, doña Esperanza es sólo personaje secundario. El principal es Paco Sierra, un vividor que también era un mediano barítono… y su esposo.
Sierra
se había colado como violinista en la compañía de la Iris, que trabajaba en el
teatro homónimo, que ella fundó en 1918, y se ligó a la dama mucho mayor que
él. Cuando se casaron, en 1938, Paco Sierra tenía 28 años; Esperanza Iris tenía
50, pero una amplia cartera, muchos conocidos y un corazón ávido de amor.
Por
la intercesión de la Iris, Sierra no sólo triunfó en el teatro de su esposa,
sino que llegó a cantar en Bellas Artes, en el Met, en la Scala… no era para
tanto.
La pareja |
Paco
y Esperanza vivían en los altos del teatro, allá en la calle de Donceles. Pero
él soñaba con una vida de más lujos, sin la mujer que ya le parecía anciana. De
hecho, la pareja tuvo problemas en 1949. Paco, entonces de 39 años, tuvo un
hijo con la sirvienta. Esperanza, que tenía 61, se lo perdonó.
Por
esos tiempos, el cantante empezó a llevarse con su paisano Emilio Arellano
Schetelige, que la hacía de agente, secretario particular, amigo oficial… Arellano
era un vivales, especializado en fraudes, amante de los negocios fáciles. Le
propuso uno bastante loco a Sierra: “Post-Mortem S.A”.
La
idea era que Post-Mortem se encargara de las honras fúnebres de grupos de
trabajadores, que pagarían la módica cantidad de dos pesos mensuales. Una
empresa de seguros de ese tipo debe, en primer lugar, tener un capital de
respaldo y, en segundo, debe invertir los depósitos y obtener sus ganancias de
ello. La pretensión de Sierra y Arellano era diferente: conseguir a los
trabajadores mediante conectes, embaucarlos y gastarse la lana a manos llenas. El
conecte que buscaron era ni más ni menos que don Fidel Velázquez, el mandamás
de la CTM. Éste envió a uno de sus “lobitos”, Jesús Yurén.
Yurén
les pidió borrador y proyecto de contrato; los de Post-Mortem querían hacer las
cosas de saliva y el lobito le dijo a don Fidel que “¡Cuidado!”
Como
Post-Mortem murió neonato, los compinches Sierra y Arellano idearon otro
proyecto para hacerse ricos con rapidez.
Un proyecto criminal, que bien podría llamarse “Asesinos S.A.”.
La
idea era contratar gente para un trabajo inexistente en Oaxaca, asegurarlos por
mucho dinero y hacer explotar el avión en el que viajarían rumbo al empleo.
AAA.
Anunciaron en el periódico una de esas oportunidades de empleo que parecen
soñadas. Buen sueldo, prestaciones, poco trabajo. Pronto tuvieron cinco
candidatos. Arellano tuvo la osadía de invitar a un tío a ese mismo empleo. No
lo ha de haber querido mucho.
A
todos los empleados, Sierra y Arellano les compraron jugosos seguros de vida. 2
millones de pesos de la época. Estaban a nombre de Paco, parientes y allegados.
El
propio Emilio Arellano preparó la bomba en el cuarto de servicio de su casa de
la calle Baja California, en la colonia Roma.
Imaginemos
un segundo al delirante tipo en el cuartucho, entre cables de luz, detonantes, el
reloj… y una maleta de piel que regalaría a su tío antes del viaje.
La
mañana del 24 de septiembre de 1952, casi al amanecer, antes de tomar el avión,
cada
uno de los recién contratados recibió un regalo. La compañía de Sierra y
Arellano, muy amable, le daba a cada uno una pulsera de plata con su nombre. El
chiste era que se reconocieran los cadáveres.
Se
podrán percatar, amigos, que el nivel de crueldad y de ambición de estos dos
hombres era nada comparado con su nivel de estupidez.
Los
asegurados eran cinco, más el tío, más otros 11 pasajeros, más el capitán, el
copiloto y la sobrecargo. El vuelo era de Mexicana de Aviación.
Recuerden
que estamos en 1952. No hay escáners en los aeropuertos. La bomba pasó como si
nada.
El
proyecto era que el avión estallara en su máxima altura. Pero el tiempo estaba
malo, así que el despegue se retrasó 45 magníficos minutos.
Ese fue el boquete en el avión |
Apenas
habían pasado 15 minutos de vuelo cuando la maleta, que estaba en un
compartimiento delantero de la zona de pasajeros, estalló. Pero Arellano no la
había hecho lo suficientemente potente. Hizo un hoyo, pero no destruyó el
aeroplano. El copiloto usó otras maletas para tapar el hueco. Pasaron minutos
de terror, porque entraba aire y el avión perdía estabilidad. Por fortuna, el
piloto era un veterano del Escuadrón 201.
En
lo que maniobraban entre el cielo brumoso y la histeria de los pasajeros que veían
llegar a la muerte, el capitán descubrió un claro… y en el claro, el aeropuerto
militar de Santa Lucía, donde aterrizó de emergencia sin pedir permiso.
El
saldo final fue de un muerto –un polaco que salió volando por el hoyo hasta la
sierra veracruzana-, dos heridos graves y muchos asustados. Dijo la prensa que
el polaco exclamó “Todo está consumado” mientras caía al vacío. Yo imagino que
gritó: “Nieeeet!“
Arellano y Sierra, detenidos |
Los
investigadores pronto llegaron a la conclusión de que era una bomba y de que
había varios asegurados contratados por Emilio Arellano. Para el día siguiente
ya había orden de aprehensión contra el socio de Paco Sierra. Entonces, el
barítono fue a la policía a denunciarlo… por fraude. Sierra entregó las pólizas
de seguros, dijo que Arellano lo habría hecho para pagarle lo que le había
robado en el fallido Post-Mortem, S.A.
La
única que creyó en la versión de Paco fue Esperanza Iris. El tonto barítono
había acompañado a Arellano a comprar explosivos y reloj y había testigos de
ello.
El
29 de septiembre, la policía capturó a Emilio Arellano y éste, obvio es
decirlo, culpó a Paco Sierra de toda la trama. A Paco lo detuvieron al día siguiente
cuando descendía de su Cadillac, en el aeropuerto. Tenía un boleto para La
Habana. No pudo usarlo.
Esperanza
Iris contrató abogados, y de seguro también al juez, que sólo condenó a 9 años
de prisión al cantante, y le dio 30 a Arellano.
Hubo
apelación de los abogados de la Iris y le salió el tiro por la culata. La nueva
sentencia fue de 29 años en Lecumberri.
En
1962, diez años después del atentado, Esperanza Iris murió, sola y convencida
de que Paco, su Paco, no era un terrorista dinamitero.
Visita familiar de Esperanza Iris al Reclusorio Oriente |
A
Sierra le rebajaron la pena. Salió libre en 1971, hizo otra familia y se fue a
vivir a Villa Olímpica. Arellano murió
en la cárcel, repudiado por su familia.
La
moraleja del relato es: amigos, tengan cuidado si les ofrecen un trabajo fácil,
bien pagado y con seguro de vida a nombre del patrón o sus cuates.