miércoles, 13 de marzo de 2013

1907: La visita de los Medias Blancas a México




A lo mejor alguno de ustedes se pregunta: ¿Por qué a don Susanito le gusta tanto el beisbol, si él es de los tiempos de don Porfirio?  La respuesta es sencilla. Porque el beisbol se jugaba en tiempos de don Porfirio. Mucho más que el futbol, que apenas balbuceaba a inicios del Siglo XX.

Y no hablo del Norte o de Veracruz, El primer juego de beisbol documentado en la capital mexicana fue el 27 de julio de 1882. Jugaron Ferrocarril Nacional contra Compañía Telefónica. Ganaron los primeros 27-24. Como se ve, el pitcheo no era su fuerte. 

 
En 1887 los hermanos Lobato crearon el Club México (que no son los Diablos), que siempre le ganaba a los equipos de la colonia americana.Yo llegué a participar en esa escuadra, como se ve en la foto (estoy al lado del señor Lobato)

En marzo de 1889, Lee Green, quien era editor de deportes en el periódico "El Heraldo", tomó la iniciativa de invitar a todos aquellos que les gustara el juego. Un montón de gente fuimos, se formaron dos equipos: norteamericanos contra mexicanos "Misters" contra "Señores". Ganamos 51-49. Duelo de batazos.

En los inicios del siglo XX  se formó la Asociación Mexicana de Base Ball, integrada por ocho equipos. Mi periódico “El Imparcial” otorgaba trofeo al campeón.  Chapultepec y el Paseo de la Reforma fueron escenarios de juegos entre Grises, Azules, Cafés, Olímpico, Tacubaya y hasta el Águila de Veracruz.

En abril de 1905, 1,500 personas asistieron al encuentro entre El Águila y Tacubaya. Ya los quisiera el Foro Sol para un Diablos-Olmecas.

En esa fiebre del beisbol fue que se anunció la llegada a México en 1907 de los campeones de Estados Unidos, los Medias Blancas de Chicago.

No sé si ustedes hayan oído hablar de las “Maravillas sin bateo”, que derrotaron a los Cachorros, también de Chicago, en la Serie Mundial de 1906. Pues nada, que los Medias Blancas vinieron a México a hacer su entrenamiento de primavera. Aquello resultó toda una aventura.

Los White Sox a su salida de Chicago hacia México

En esa época los equipos gringos no se enfrentaban entre sí en primavera. Tomaban la carretera e iban jugando por el camino –y también sacando algo de lana y encontrando talento desperdigado -

Los Medias Blancas vinieron en tren. Ni modo que hubieran venido en avión, los hermanos Wright habían inventado el aeroplano apenas tres años antes.


Nada más salir los Medias Blancas de Illinois, un motor de vapor tronó. Era un tren de Grandes Ligas con una máquina de ligas menores. El caso es que partieron el tren, que se llevó la mitad de los vagones, con el equipo… pero ni así llegó a tiempo a San Antonio, y el equipo perdió su conexión para México.

En Texas, el pitcher Frank Owen se puso a describir “en bulto” un accidente que tuvo con una pistola, y que lo agarran los sherifes al estilo americano. El manager Fielder Jones tuvo que alegar muchísimo para dejarlo salir, y casi pierden el segundo tren. No extraña que hayan llegado tarde a la cita en México.
Lucas Juárez

El 10 de marzo se echaron una cáscara interescuadras. Al día siguiente, los gringos se dejaron ver en los baños Pane. Ya se los imaginan ustedes, todos presumidotes, enseñando músculo y tirándose clavados.

Después, se enfrentaron al campeón mexicano, Récord, con muchos gringos. Por el Récord lanzó el “Indio” Juárez (no se llamaba Benito, sino Lucas). Perdimos por paliza, ya ni les cuento. 14-4.

Al día siguiente, la cosa estuvo complicada, porque una supuesta “selección mexicana” no se completó, y tampoco se completaron los ampayers. Esperaba que me dijeran: “¿No quiere jugar con nosotros, don Susanito?”. Pero no, me vieron cansado y gordito. “¿No quiere usted ampayear?”, fue la pregunta.

De tonto dije que sí. Me dieron mi gorrita y me pusieron en las bases. Cada que marcaba un out contra los mexicanos, chiflidos del respetable.

Lo peor fue cuando los gringos empezaron a reclamar un “boc”. Gritaron contra el árbitro principal y luego fueron conmigo. Yo no tenía ni la más remota idea de lo que era un balk, una regla introducida en 1889, pero que en México no aplicaba. “¡Separó las manos y no lanzó!”, me gritaba el manager gringo. “¡No completó el lanzamiento!”. Me hice el occiso: “Ai dont onderstand”, le dije.

Aquello la verdad era una chunga. El pitcher gringo jugó de jardinero central con los mexicanos y, para hacer el juego parejo, varios cambiaron de equipo.

Con los cambios, la gente se puso enojadísima y desilusionada. Lo peor fue que el enojo fue contra los ampayitas. Salí corriendo entre una lluvia de cacahuatazos.

Genaro Casas
El último juego de los Medias Blancas en México fue el mejorcito, el viernes 15 de marzo de 1907. Se escenificó en el parque del Reforma Athletic Club. Ahora sí se juntaron los mejores mexicanos, y lanzó Genaro Casas, estrella del equipo de Tacubaya. Casas ponchó a cuatro Medias Blancas en las tres primeras entradas, pero poco pudo hacer cuando el equipo nacional acumuló errores: 11 nada más.

Los directivos de White Sox, encabezados por Mr. Comiskey,  impresionados por la actuación de  Casas, lo firmaron. Jugó hasta 1910 en el Columbus, de la Asociación Americana.

Los patipálidos terminaron su gira con dos interescuadras, y lo más relevante fue que en el último juego se quemaron algunas gradas del parque.
El Hotel St. Francis, sito en Avenida Juárez

Esa noche, los beisbolistas de EU fueron a un sarao en el hotel St.Francis. Allí demostraron que, a diferencia de los caballeros mexicanos, eran pésimos bailando. Los gringos dijeron que los afectó la altura de la ciudad de México. Brindamos por el chiste.  La verdad es que, a diferencia del campo, en la pista de baile eran unos torpes osos.

Cuentan que de regreso, otra vez se les tronó el tren a los White Sox. Pero eso no le quitó la inspiración al manager Fielder Jones, que declaró:  “Dejamos la tierra misteriosa de los aztecas físicamente equipados para la ardua campaña. 8 días de sol glorioso mejoraron músculos y articulaciones”.  

Agregó: “Sin embargo, fue imposible reducir la grasa”. Claro, si yo vi que se la pasaron tragando como emperadores romanos.


¡Qué chulada, el estadio del Reforma Sporting Club!